Probablemente a nadie le guste hablar de suicidio o de bullying. Algunos piensan que es mejor evitar el tema, para no sumergirse en eternos debates morales o simplemente para intentar seguir con la vida sin ponernos tan dramáticos o melancólicos. ¿Qué ya no hay dolor suficiente en el mundo?

Me encontré hace unos días con un video llamado «Dear Mom», de Ky Baldwin. Un chico australiano de 18 años que además de ser cantante y actor, lucha contra el bullying. Lo que me llamó la atención de este video es que no se queda en la historia que casi todos conocemos. Con inicio, nudo y desenlace fatal.

El video nos hace pensar cómo hubiera sido la vida del protagonista si alguien, al menos una persona, le hubiera ayudado. Y entonces pensé que nosotros muchas veces podemos ser esa única persona dispuesta a hacer algo, a brindar una palabra de aliento, un abrazo o una sonrisa que lo cambie todo.

La indiferencia mata

Literalmente lo hace. Cuando somos testigos del dolor, el sufrimiento, el rechazo o el abandono de alguien y no hacemos nada al respecto, le estamos fallando a Dios. Porque todos somos hijos suyos, y porque ahí, en el hondo dolor de esa otra persona también está Jesús.

Qué diferente puede ser todo cuando optamos por el amor. Por dejar de lado el qué dirán y decidimos correr a ayudar a otro sin pensarlo dos veces. ¿No es eso lo que deseamos también nosotros cuando nos sentimos sumidos en la tristeza o el miedo?

El amor todo lo transforma

¿Y de dónde proviene el amor? De Dios. Esto me costó entenderlo muchos años, cómo es eso que Dios es amor. Resulta que sí, en cada acto de bondad, de humildad, de solidaridad o de caridad está Él. No importa si eres de otra religión, si te has declarado el rey de los ateos o si todo este rollo espiritual te tiene hasta la coronilla.

Si lo pensamos bien, lo único que todos deseamos en el fondo es amor, sentirnos amados. El amor nos hace sentir plenos, nos permite seguir soñando, arriesgándonos por más, nos impulsa a ser mejores y a hacer cosas que jamás imaginamos ser capaces de hacer. El amor le gana al bullying, lo sacude y lo tira lejos.

El amor le gana al suicidio, porque su ausencia fue la que le permitió pensar a esa persona que ya no había salida o solución. Detrás de cada acto desesperado que realizamos se esconde una terrible sed de amor. Y para mitigar el hambre y la sed que tantos tienen, estamos nosotros.

Puedes ser víctima de bullying a cualquier edad

Me parece importante recordar esto. Se tiende a pensar que solo se sufre de bullying durante la adolescencia, cuando ni nosotros mismos sabemos quiénes somos. Pero la verdad es que podemos ser víctimas siendo apenas unos niños, en el kinder. En la universidad, en el trabajo, en nuestro barrio o hasta dentro de nuestro propio hogar.

Ahora bien, ¿cómo podemos ayudar a los más pequeños? En ellos las cosas pueden llegar a ser un poco más complicadas. Aún no tienen claro si lo que les ocurre está bien o mal, si hablando van a perder más o si el antídoto contra el bullying es el silencio. Lo que sí tienen claro es que les duele, cada acto ofensivo del que son víctimas los lastima, los entristece y los aterra.

Algunos consejos que pueden seguir padres y maestros

— Normaliza el dolor: hazle saber a tus hijos y a tus alumnos que tienen derecho a sentir dolor, que nadie está excepto de sentirlo y que está bien hablar de él.

— Pregúntale cuáles son sus miedos: qué le causa temor, a veces nos enfocamos en hablarle todo el tiempo a nuestros hijos de lo bueno y aunque no está mal, hace falta que hablemos de lo malo. De que el miedo puede sentirlo un bebé, una niña, un adolescente, una madre o un abuelo. Al miedo no le importa cuántos años tengas.

— Hazle saber que te puede contar lo que sea: y cuando digo lo que sea, me refiero a todo. A lo que pueda causarnos rabia, ira, sed de venganza. A lo que nos avergüence o nos quite el sueño. Muchos hemos guardado silencio porque no comprendemos cómo otros pueden ayudarnos.

— Déjale claro que hay límites: a todos nos pueden herir, algunos somos más sensibles que otros. Pero es urgente hacerles saber que hay cosas que no podemos permitir. Cosas que están mal, que se pagan caro y que pueden tener consecuencias nefastas.

— Da ejemplo: el ejemplo se da desde casa. Y lo que le enseñamos a nuestros hijos en el hogar, lo repiten en el colegio. Es nuestro deber esforzarnos por demostrarles que siempre se puede elegir hacer el bien. Que aunque otros nos señalen o nos juzguen, ayudar a otros siempre estará primero. Seamos espejos de compasión y amor.

— Bríndales la oportunidad de comunicarse por varios medios: seguramente si preguntas en un aula de clase ¿aquí quién sufre de bullying? nadie te levante la mano. Lo mismo puede ocurrir si le preguntas a tu hijo ¿te hacen bullying?

Hablar con ellos sobre este tema es el primer paso, luego hazles saber que si no quieren discutirlo a través de una conversación pueden escribirte una carta por ejemplo o buscarte en un lugar que no sea el salón de clases o la habitación de su casa.

— Escúchalos siempre: por más insignificante que parezca ser. No te niegues a escucharlos poniendo excusas, no te lances a juzgar o a culpar su comportamiento. Escucha con atención, déjalos hablar, llorar o enojarse y luego consuela. Hazles saber que estarás ahí y que podrán contar contigo siempre.