

Recuerdo a una amiga escandalizada porque había visto a una pareja, en un centro comercial, paseando a un perrito en un cochecito de bebé. También recuerdo que le dije, en broma, «¡Dónde consigo uno para mi gata!». Pero, luego hablando en serio, nos preguntábamos: ¿será que el cuidado de los animales se ha pasado de control…?
A continuación, te comparto un video que me ha resultado un poco triste. «Trátame como un perro», de NEOS España.
En él, podemos pensar si el cuidado de los animales ha ido creciendo más fuerte de lo que debería pesar el cuidado de las personas.
¿Cuál es el valor del cuidado de los animales?
Es una obviedad que los animales tienen un gran valor dentro de la creación. Con el simple hecho de existir, dan gloria a Dios. Cuando los creó, Él vio «que era bueno» que habiten la tierra.
Cuidarlos, darles cariño, no solo no está mal, sino que está bien. Tener a nuestras mascotas en buen estado, darles la comida, el agua, los cuidados que necesiten… todo va bien. Hay legislaciones que las protegen y también es vuelo velar porque estas normativas se cumplan.
Como puntualizó el Papa Francisco en Laudato Si, el Catecismo recuerda con firmeza que el poder humano tiene límites y que «es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas». Que todo uso y experimentación «exige un respeto religioso de la integridad de la creación».
Todo esto lo digo para enfatizar en que: ¡somos administradores de la Creación! Es nuestro deber cuidar la creación. Además, no podemos cumplir un deber a medias; deberíamos tomarlo en serio y hacerlo bien.
Entonces, «trátame como a un perro»
¡Qué fuerte esta expresión! Como decía al comienzo, tal vez el cuidado de los animales hoy día ha desordenado la jerarquía de la dignidad humana y la que poseen todos los demás seres vivientes.
No ocupamos el mismo lugar. Dios ha puesto a las personas en un lugar privilegiado dentro de la creación; no hizo algo «bueno» sino algo «muy bueno». Nos hizo a imagen suya.
Por esta razón, el Catecismo nos enseña que solamente el ser humano participa del mundo espiritual y de una amistad especial con Dios (Catecismo de la Iglesia Católica, 355). Es esto lo que fundamenta su dignidad por sobre otras especies.
Entonces, creo que es necesario redescubrir esta maravilla – porque es una maravilla – y limpiar la mirada para que al ver a un hermano lo veamos como quien es: imagen de Dios. Veo en él, el reflejo de quien le creó.
Por esto, tenemos una grave obligación de hacer todo lo que podamos por quienes nos rodean. Desvivirnos por el otro. Gastarnos y desgastarnos en las oportunidades que tengamos de donarnos. No te preocupes si el egoísmo – que todos tenemos – de repente nos gana, nada más vuelve a levantar la mano cuando tengas una nueva oportunidad de servir.
Si quieres una manera concreta de vivir esta entrega, san Mateo apuntó la lista de recomendaciones dejadas por el mismo Jesús. Abre la Biblia, busca Mateo 5:1-12 y verás que las bienaventuranzas son algo así como un paso a paso para concretar la fraternidad.
Tratar a los demás no como a un perro, sino mucho mejor. Como hijos de Dios.
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