

Por muy espirituales que seamos, no podemos desentendernos de nuestros cuerpos al momento de estar en oración. Oramos también con ellos, no solamente con la voz y el pensamiento. Si estás contento, tu cara lo expresa, pero tu cuerpo también; si estás preocupado te llevas las manos a la cabeza; cuando te encuentras con alguien que extrañabas te abalanzas sobre él, le abrazas y te pones cerca, no solo le dices que lo extrañabas. En nuestro encuentro con Dios es igual, las posturas de nuestro cuerpo expresan algo.
El Catecismo enseña que tenemos una necesidad de asociar los sentidos a la oración, experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. «Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva desde las profundidades del alma, también reclama una expresión exterior que asocia el cuerpo a la oración interior, porque esta expresión corporal es signo del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho» (CEC nº2703).
Por esto es importante tener consciencia de nuestra posición y actitud corporal al momento de disponernos a orar o de participar de alguna liturgia. No te confundas, no se trata de poner “cara de oración” o de tener una “actitud orante” únicamente por cumplir con el protocolo para que la gente vea que eres súper espiritual y piadoso (eso sería pura vanidad), sino porque, cuidando tu posición corporal y estando atento a ella, tendrás menos distracciones y lograrás un encuentro más profundo con Dios.
San Ignacio de Loyola, en el libro de los Ejercicios Espirituales número 26 dice que al «entrar en la contemplación, quándo de rodillas, quándo prostrado en tierra, quándo supino rostro arriba, quándo asentado, quándo en pie, andando siempre a buscar lo que quiero. En dos cosas advertiremos: la primera es, que si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante, y si prostrado, asimismo, etc.; la segunda, en el punto en el qual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante, hasta que me satisfaga».
Históricamente la Iglesia hace recomendaciones sobre las posturas corporales en diferentes momentos de la vida espiritual y de las celebraciones litúrgicas. Queremos compartir contigo algunas recomendaciones sobre éstas, para que te ayuden la próxima vez que te dispongas a encontrarte con Dios.
1. Sentado
Las celebraciones litúrgicas implican una actitud de escucha atenta, de discípulos que quieren aprender. Nos sentamos para escuchar y ver a aquel que está de pie. En nuestra intimidad es útil para el estudio de la palabra o alguna lectura espiritual. Comparado con leer acostado, lo que generalmente termina en una rica siesta, leer sentado es lo mejor.
2. Acostado
Las oraciones acostado, sobre todo acurrucado y tapado, bien calentito y rico, pocas veces terminan con un “amén”. Esas oraciones son inconclusas, uno se queda dormido antes de terminar. Sin embargo es delicioso descansar en los brazos de Jesús, dejarse acariciar y cuidar. No pretendas tener una oración profunda y larga si te acomodas mucho. Es probable que comiences hablando con Él lucidamente y luego no seas capaz de ni terminar de rezar un Ave María.
3. De pie
En la liturgia , estar de pie, expresa una actitud de “aquí estoy para servirte y te escucho atentamente”, casi de forma militar, como listo para ser enviado a una misión. En la intimidad es poco probable que logres mucho estando de pie, aunque si estás en la naturaleza o en un ejercicio de contemplación, y mirar lo que está a tu alrededor es parte de tu oración, seguro estar de pie te servirá mucho para lograr profundidad.
4. Postrado
Debo confesarte que me gusta mucho postrarme delante del Señor, lanzarme boca abajo delante de Él –pero obviamente procuro hacerlo solo o con mis hermanos de mayor confianza e intimidad espiritual–. Me ayuda a expresar que no soy nada, no sé nada y todo se lo debo a Él. Disminuyo para que Él crezca en mi. Pero no se te vaya a ocurrir postrarte en el pasillo del templo en medio de la consagración en Misa, aunque sea súper espiritual, no vas a ayudar a las demás personas que están alrededor tuyo, solo las distraerás.
5. De rodillas
Un buen amigo siempre dice que el trayecto que debemos recorrer para encontrar a Dios es la distancia entre el suelo y nuestras rodillas. Arrodillarse es la posición espiritual por excelencia. En la liturgia expresa devoción, humildad, adoración, y recogimiento. Al mismo tiempo en la intimidad, junto a tu cama o en cualquier lugar, caer de rodillas delante de Dios y expresar en lo secreto lo mismo que la Iglesia te invita a expresar en la liturgia cuando te pones de rodillas, seguro te llevará a aguas más profundas en tu oración.
6. Tus ojos
Cerrados para concentrarte, para mirar en tu interior, muchos agarran un sueño que les impide concentrarse realmente (en realidad solo me pasa a mi, quizás a ti también). Abiertos para mirar a lo alto, generalmente ayudados de una pintura o imagen religiosa, o bien contemplando la naturaleza (aunque si quieres mirar el techo, igual está bien mientras te sirva).
7. Tus manos
Hay tanto que hacer con ellas y todas las formas expresan cosas diferentes. Ninguna está mal, pero aquí sí que es importante que pongas oído a las palabras de San Ignacio cuando se refiere al haber encontrado la posición que me permite “hallar lo que quiero”. Si levantar las manos te permite alabar a Dios más que llamar la atención de todos los demás que no lo hacen, ¡pues adelante! Por otra parte, si tenerlas juntas de forma discreta te permite abrir el alma y el corazón, ¡pues adelante! Solo cuida que, además de que ellas te ayuden a expresar tus movimientos interiores, no distraigan ni incomoden a los que te rodean.
grasias
Me gustaría saber las posiciones corporar de orar con sus versículo
Excelente materail muy completo gracias
muy buena informacion me ayudo bastante ya que estaba incomodo alrezar de mi manera.muchas gracias:)