
Siempre existirán las crisis, pero esta sin duda nos marcará a todos. Recuerdo haber escuchado durante el mes de enero las noticias que llegaban del coronavirus desde Wuhan y haber pensado que era una realidad bastante lejana. Creo que ninguno de nosotros imaginó que este 2020 vendría un virus y cual película de ficción, cambiaría nuestro estilo de vida de la noche a la mañana y pasaríamos a hablar de una «nueva normalidad».
Numerosas veces he oído decir que las situaciones de crisis sirven para sacar lo mejor de nosotros mismos. Nos ayudan a experimentarnos frágiles y necesitados, haciendo que nos conectemos con lo esencial. Y dejemos de lado muchas cosas «accesorias» que no necesitamos para centrarnos en lo que realmente importa.
La crisis nos toca a todos, ¿pero cómo la contaremos en unos años?
Ante esto, hay que asegurar que las situaciones de crisis son una excelente oportunidad para ayudarnos a reflexionar sobre cómo estamos viviendo y en qué debemos cambiar. El siguiente video, llamado «The great realisation» (El gran despertar) de Tom Foolery nos hace reflexionar sobre la pandemia del coronavirus y cómo hemos estado llevando nuestra vida.
Con un lenguaje poético y en verso, la escena ocurre en el futuro. Mientras un padre le cuenta a su hijo, que está a punto de dormir, su historia favorita: cómo un virus a pesar de haber sido una tragedia que causó mucho sufrimiento y dolor, ayudó a que la humanidad tomará consciencia y despertará dándose cuenta de lo que estaba haciendo mal para poder construir un mundo mejor.
Luego de que lo veas completo te invito a reflexionar sobre algunas frases que me llamaron la atención.
Vivimos en «un mundo de despilfarro y maravillas, de pobreza y abundancia»
Esta frase que se menciona casi al inicio del video me impactó mucho. El mundo en el que vivimos está lleno de contraste, de miseria y de bondad. Por un lado, nos encontramos con una sociedad moderna y acelerada donde reina el consumismo, hedonismo, relatividad y permisividad.
Con un solo «click» podemos comprar prácticamente cualquier cosa sin necesidad de salir de casa. Gastamos una y otra vez en cosas que realmente no necesitamos, por el simple hecho de que nos gustan o queremos tener lo último y estar a la «moda».
Con el crecimiento de las industrias y empresas hemos destruido y contaminado el único hogar que tenemos: la Tierra, poniendo en peligro incluso nuestra propia vida. Hemos sido poco respetuosos con la naturaleza.
En ese sentido, el papa Francisco en la Audiencia General del 22 de abril hizo un llamado a: «Redescubrir el sentido sagrado del respeto a la tierra, para que no sea únicamente nuestra casa sino también la casa de Dios». Además, lamentó que a «causa del egoísmo, hemos abandonado nuestra responsabilidad de custodios y administradores de la tierra».
La crisis nos ha permitido ver lo que no sabíamos apreciar
Por otro lado, en medio de un mundo de despilfarro, descontento y descontrol, existen muchas maravillas que no sabemos apreciar y contemplar. Y sucede por estar en medio de la rutina circular y exigente del día a día que solo nos hace estar centrados en nosotros mismos y no nos permite ver más allá de la realidad. Nos hemos olvidado del sentido del misterio, del asombro, la contemplación, el silencio y la ilusión por las cosas simples.
Asimismo, existen los polos opuestos de pobreza y abundancia. Y con ello, no solamente se puede hacer referencia al tema del dinero y cuánto tengo, sino también a muchas otras cosas. La riqueza material vs la riqueza del espíritu. La falta y pobreza de la información vs el contenido útil y constructivo al que muchos sí tenemos acceso.
La tecnología que nos ayuda a estar hiperconectados en todo momento vs la desconexión con la realidad y la soledad que experimentamos por no saber abrir nuestro interior y compartir… hay tantos otros ejemplos que se podrían enumerar.
«En medio del dolor volvimos a darnos amor»
Quiero regresar a la idea inicial que mencioné en este post: las crisis pueden sacar algo bueno de nosotros mismos y hay que saber aprovechar ese momento. En medio de esta situación extrema, el mundo se ha desmoronado y las cosas que estábamos acostumbrados a ver y hacer han cambiado.
Sin embargo, no todo es malo y negativo. Puede que esta sea o haya sido una oportunidad de cambio para volver a conectarnos con lo esencial e importante. Empezar a ser una sociedad más amable, justa, agradecida, consciente y empática. Una sociedad en donde nazca de nuevo el amor en medio de tanto dolor.
Muchas veces, solo cuando nos sentimos frágiles y vulnerables nos experimentamos más humanos. Estamos en contacto con nuestros sentimientos y nos volvemos más abiertos a las necesidades del otro. Quizás, esta crisis nos ayuda a darnos cuenta de quiénes somos realmente, dejando de lado las distracciones que nos alejan de nuestro interior.
«A veces tienes que enfermarte antes de comenzar a sentirte mejor»
¿Es necesaria una crisis para sacarnos de nuestra zona de confort, despertarnos y cuestionar cómo estamos viviendo? No sé si haya una respuesta correcta para esta pregunta. Pero sí pienso que a veces solo sabemos apreciar y agradecer por las cosas buenas que tenemos cuando recién nos pasa algo malo.
Estamos concentrados en el pasado y futuro, viendo lo que nos falta y perdiendo de vista el momento presente, olvidándonos de ser agradecidos con lo que tenemos hoy. Las crisis nos sacan de la rutina, nos hacen pensar en cómo estamos y qué queremos y son muchas veces necesarias para sacudirnos y hacer que abramos los ojos.
Cuando toda esta crisis pase, porque lo cierto es que algún día pasará, así como han pasado las distintas catástrofes de la historia, encontraremos un mundo diferente. Sería ideal que ese «volver a la normalidad» sea distinto y nos encontremos con un mundo mejor: más solidario, justo, sostenible y agradecido.
Hacer que estas cosas pasen no depende de un virus, depende de nosotros. El virus, más bien, puede ser una oportunidad para aprovechar a cambiar y analizar cuáles son nuestras prioridades en la vida y qué cosas son las que nos hacen realmente felices.
Viktor Frankl (neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco), quien sobrevivió a varios campos de concentración, nos dice: «Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. Nuestra mayor libertad humana es que, a pesar de nuestra situación física en la vida, ¡siempre estamos libres de escoger nuestros pensamientos!».
Es así que, son las decisiones que tomamos las que determinan quiénes somos y con qué actitud enfrentamos la realidad. Depende de nosotros cómo queremos vivir ese «Gran despertar» cuando todo esto pase. ¿Qué actitud tienes ahora?, ¿cómo le contaras todo esto a tus hijos, nietos o sobrinos?
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