Prejuicios: ¿cómo superarlos con el que es diferente?

¿Alguna vez has dejado de conocer a alguien por prejuicios o ideas preconcebidas hacia esa persona?

Quizás has pensado «no tenemos nada en común», «somos de distintas religiones», «nos llevamos mucha diferencia de edad», «somos de otra nacionalidad», «nuestras ideologías nos separan», «no tenemos la misma realidad social» y cuántos otros ejemplos se podrían mencionar.

La siguiente es una emotiva campaña de sensibilización llamada «Que nada nos separe» realizada por Down España. Te advierto que será inevitable que derrames unas cuantas lágrimas luego de verlo. 

El lema de la campaña «Si tenemos tantas cosas en común, ¿por qué dejamos que un cromosoma nos separe?», pretende sensibilizarnos y cuestionarnos sobre el problema de la falta de oportunidades de socialización y amistades que enfrentan las personas con Síndrome de Down.

En especial cuando son adolescentes y adultos, provocando en muchas ocasiones soledad, aislamiento, frustración y depresión.

Qué importante es no dejarnos llevar únicamente por lo que pensamos

La palabra prejuicio proviene del latín praeiudicium «juicio previo», «decisión prematura». Según la Real Academia Española (RAE) significa la acción y efecto de prejuzgar. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. 

Me ha pasado, y es probable que a muchos de ustedes también, que he dejado de acercarme a alguien por ideas erróneas y creencias previas.

Ya sea por cosas que había escuchado o leído, por estereotipos formados por la sociedad, por dejarme llevar por las apariencias e impresiones, sacando falsas conclusiones y quedándome con una imagen muy reducida.

Ejemplos en los que aparecen los prejuicios hay miles y son parte de la vida cotidiana. ¿Has pensado en qué momentos has tenido más prejuicios?

En otras ocasiones también he decidido dejar de lado «esas ideas» que tenía hacia alguien y me he dado la oportunidad de conocer a esa persona y resulta que ¡no tenía nada que ver con la imagen que me había hecho!

Todo lo contrario, me estaba perdiendo de una gran amistad por los pensamientos que me había formado antes de tiempo. ¿Te ha pasado?

En ese sentido, es importante que cuestionemos si las ideas que tenemos hacia alguien son realmente objetivas.

Si tienen sentido o vienen de nuestros propios pensamientos irracionales, inseguridades o impresiones subjetivas. Para ello, debemos contrastar lo que pensamos con la realidad. 

Y si en lugar de fijarnos en las diferencias… ¿nos fijamos en las cosas que tenemos en común?

Más allá de nuestras diferencias son muchas las cosas que nos unen porque todos hemos sido creados con un mismo sello: todos somos humanos.

Tenemos anhelos, sueños, alegrías, éxitos, fracasos, miedos, inseguridades, sentimientos… Todos tenemos una misma dignidad y sentimos la necesidad de amar y ser amados.

Todos queremos tener amigos. Y sobretodo: todos queremos ser felices y nos necesitamos.

¿Te has puesto a pensar que cuando centramos la mirada en las diferencias (desde un ángulo negativo) aparecen las guerras, conflictos, divisiones? Haciéndonos finalmente daño a nosotros mismos. 

Son numerosas las ocasiones en las que nos centramos en nuestras ideas y pensamientos y no nos abrimos en escuchar al otro.

En ponernos en su lugar y sobretodo en entender que «ese otro» es también una persona como yo: también se equivoca, no es perfecto, tiene sentimientos, quiere sentirse querido y tiene necesidad de perdón.

Cuando conocemos a otros también nos conocemos más a nosotros mismos 

El mundo de las diferencias, lejos de dividirnos, debería más bien unirnos y complementarnos. Gracias a que todos somos únicos e irrepetibles es que tenemos cosas para dar desde quiénes somos, nuestros talentos y dones.

Cada persona que se cruza en nuestro camino saca cosas distintas de nosotros y es en la medida que conozco a otros, que me voy conociendo más a mí mismo. 

Qué importante es acercarnos al otro y dejarnos sorprender por su presencia. Por el misterio de lo que implica cada vida humana.

En los Evangelios no mencionan si Jesús era bajo, alto, gordo, flaco, de ojos pardos, azules, etc, sino más bien se centran en su mirada y cómo era capaz de ir a lo esencial de cada persona, sin prejuicios ni valoraciones. «Jesús lo miró con amor y le dijo…» (Mateo, 10:21).

¡Bienvenida la diferencia y adiós a los prejuicios! Lejos de hacernos daño, nos enriquece si entendemos que todos valemos lo mismo y brillamos de manera diferente.