El corto que les traemos hoy, creo que es una pequeña joya en el mundo de los cortometrajes. «Bodagan i Rose» dirigido por Igor Polaniewicz, es un retrato infelizmente común de muchos matrimonios en los que el amor ha sido olvidado, y el dolor y el rencor se han convertido en los protagonistas de la relación. Esa relación que ninguno quisiera vivir.

Historias como la de «Bodagan i Rose» nos han quitado las ganas de casarnos hasta que la muerte nos separe. Creo que nadie en su sano juicio entra a un matrimonio imaginando que terminarán sus vidas queriendo exterminarse el uno al otro.

Hemos sido testigos de tantas historias de este tipo que parece que hoy no solo no creemos en el amor, sino que lo hemos acomodado a la medida. Nos juramos amor eterno, pero ese «eterno» puede durar lo que un suspiro. Eso de que el tiempo es relativo nos termina confundiendo en todos los aspectos. Yo diría que no terminamos de entender bien las métricas y ahora pensamos que todo es relativo, cuando en realidad no lo es.

Pero antes de seguir enredándolos con relatividades y tiempos, volvamos a «Bodagan i Rose». Una vieja pareja de esposos que se odian mutuamente, al punto de querer no solo terminar con la vida del otro, sino empeñarse en hacerse la existencia una miseria en cada paso que dan.

Haber crecido siendo espectadores cercanos de estos «amores» nos han quitado las ganas y la esperanza. En algún sentido, de embarcarnos y entregarnos por completo a otra persona. El amor no solo parece una utopía, sino más bien una trampa mortal de la que hay que escapar.

A todos nos da miedo casarnos

El temor es tan grande que puedo asegurar que minutos antes de estar frente al altar un sudor frío nos correrá por el cuerpo imaginando el final de algo que ni siquiera aún comienza. Pensando así, pareciera sensato casarse con contratos «pre nupciales», imaginando las mil posibilidades en las que todo puede terminar y las compensaciones que serán «pagadas» de acuerdo al posible daño sufrido.

No es posible pretender ser feliz en un matrimonio, cuando uno se casa pensando que lo más hermoso de ese matrimonio será la fiesta de recepción y la luna de miel. Para luego volver y dedicarse a ser «Bodagan i Rose»… hasta que la muerte los separe.

El matrimonio no es fácil

Nadie debería afirmar algo así. Requiere más que trabajo, amor. Y el amor es tan sencillo y nosotros tan complejos que nos enredamos mucho más de lo que deberíamos.

El amor todo lo puede, «Es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece. No hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. No se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». (1 Cor)

El amor es tan simple como abrir un frasco de conservas para hacer feliz al otro. Es tan fácil como saludar amablemente, como tratarse bien siempre, aunque se esté enojado. Tan sencillo como poner el cariño que se siente por el otro antes que el enojo propio.

Tan sencillo como pretender ser feliz sirviendo. Tan fácil como despertarse y acostarse de la mano y con un beso. El amor es tan sencillo, los complicados somos nosotros.

La vida matrimonial

El papa Francisco nos decía que la vida matrimonial es bellísima (que no es lo mismo que sea fácil). Y como todo lo bello requiere de esfuerzo, mucho esfuerzo. No es solo un sentimiento que se consume con el tiempo, encierra un misterio que implica el poder darlo y perdonarlo todo. Un poder que innegablemente necesita ayuda desde lo alto.

Poder dejar por un momento de lado años de heridas y darse una tregua para empezar de nuevo. ¿De dónde nace esa fuerza para elegir dejarse de hacerse daño y elegir dar cariño en un simple gesto que podría multiplicarse hasta borrarlo todo y finalmente lograr ser feliz para toda la vida? Seamos sinceros, uno solo no puede.

«Realmente hay un designio maravilloso en el sacramento del matrimonio. Y se lleva a cabo en la simplicidad y también en la fragilidad de la condición humana. Sabemos muy bien cuántas dificultades y pruebas conoce la vida de dos esposos… Lo importante es mantener vivo el vínculo con Dios, que es la base del vínculo matrimonial». (Papa Francisco)