

El video de hoy es uno de esos cortos simpáticos con un mensaje de fondo que pocas veces se puede percibir, pero que si lo miras bien podrá ser de gran utilidad para tu vida y apostolado. Geri es un gracioso ancianito que juega solo al ajedrez en un parque. Al parecer está un poco loquito porque su contrincante es él mismo, pero si te pones a pensar hay una gran lección en su actuar.
Veamos qué podemos reflexionar sobre el «juego de Geri» y dejemos que sean nuestros blogueros asociados los que de este simple juego saquen reflexiones muy reales y concretas para nuestra vida cristiana.
Luis Javier Moxó
Autor del blog: Echad vuestras redes



Por edad o por salud delicada a veces podemos sentirnos bajos de energía vital y gusto por la vida. Este pequeño corto de Pixar de 1997, ganador del Premio de la Academia al Mejor Corto Animado, que aparece antes de la película Bichos, nos puede llevar a pensar en la propia estrategia o actitud positiva, madura, ante la vida cotidiana y las circunstancias. Podemos conducirnos como quien ve un reto y una posibilidad en cada paso, o como quien se detiene o molesta ante un obstáculo o limitación. La clave es la actitud positiva, madura, en clave de humor ante uno mismo, ante todo lo que nos pasa y rodea. Ser buen deportista en el ajedrez de la vida no solo implica prevenir una jugada anticipada ante el destino, no solo es no abandonar antes de tiempo y resistir hasta el final, sino prepararse para ejercitarse en la autosuperación, en tener preparadas las maletas con una conciencia lo más limpia y tranquila posible.
¿De qué piezas disponemos actualmente? ¿Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades?, ¿qué tipo de éxito y estrategia nos mueven en la vida? Ese hombre viejo, que en parte todos somos, y que juega aparentemente solo en un parque en otoño, tendrá en su invierno que jugar la final y gran partida del amor, donde más gana quien más se da, quien no se busca a sí mismo, quien se ofrece por entero.
Carlos Romero Villarroel
Autor del blog: El blog de CarlosRomeroV



Cuando vi el corto «Geri’s Game» (El juego de Geri) inmediatamente me pregunté si durante toda la animación iba a ocurrir lo mismo: que Geri continuamente se ponía en la posición del otro jugador de ajedrez. Con ello pensé: ¡que aburrido! Esta predisposición me llevó a reflexionar sobre la actitud que tenemos, principalmente los jóvenes, ante las relaciones con otras personas en el mundo actual. El caso del abuelito del corto animado de Pixar nos invita a detenernos, a tomarnos algo de tiempo para reflexionar y pensar en lo apresurados que vivimos en estos tiempos. Y es que en la sociedad en que estamos pareciera ser casi imposible darse el tiempo para ponerse en el lugar del otro. Son tan importantes mis preocupaciones, mi tiempo y mis deberes que ponerme en el lugar del otro e interesarme en conocer su historia me quitarán algo de mi valioso tiempo. El abuelo Geri tiene mucho que enseñarnos respecto a la dedicación que damos en el día a día para abrir nuestra existencia a la vida de quienes se encuentran con nosotros. Él no se estresaba por el hecho de que se fuera a oscurecer, de que estuviera solo en el parque o que le fuera a pasar algo malo: él simplemente se dedicaba a disfrutar el juego consigo mismo, poniéndose en cada jugada en el lugar de su oponente. Tal vez esto falte en nuestra vida: «perder» tiempo para interesarnos por el otro. Disponernos a conocer las historias que los otros tienen que contar y ponernos en su lugar. Darse el tiempo para ello nos ayudará a dejar de ser islas. Y si piensas que eso es aburrido, date una oportunidad para descubrir la gran riqueza que tiene cada persona.
Néstor Mora
Autor de blog: Eclesias TIC



Jugar es humano, ya que el ser humano es un ser que busca aprender de forma divertida. En el momento que dejamos de aprender, es que ya nos queda poco tiempo de vida. Por eso la vida se puede entender como el juego más serio que tenemos que jugar. Contamos con nosotros mismos, tiempo, ayudas y distracciones del entorno, pero normalmente el principal problema para aprender somos nosotros mismos. Nos cuesta tomarnos en serio la vida o la tomamos tan en serio, que terminamos por no querer jugarla abiertamente, nos enrocamos.
Pero en la vida hay un actor adicional que no aparece en el corto, que es el que nos da energía, motivación y nos señala el camino. Si contamos con nuestras propias fuerzas, terminaremos cansados de nosotros mismos demasiado pronto. ¿Quién es el actor que no se ve? Dios. Está allí, presente. Actúa como protagonista, pero no se le ve. Da sentido al guión, aunque ignoremos que este guión existe. Nos ofrece posibilidades interpretativas maravillosas, pero nosotros con frecuencia lo ignoramos. ¿Qué nos puede pasar? Que nos sentemos en la banco, miremos las piezas y decidamos lanzarlas a los pájaros o hacer aburridos grupitos por color y tamaño. Pero si dejamos que Dios entre en nuestra vida, todo cobra sentido, color y disfrutaremos de cada instante de nuestra vida.
Pilar V. Padial
Autora del blog: ¡Vive celebra la vida!



De pequeña solía jugar sola a la pelota u otros juegos. Entonces descubrí que yo nunca podía ser más rápida que yo misma, por ejemplo, intentado separarme de mi sombra. Luego seguí con el ajedrez y las cartas. Más adelante, hacía solitarios. Como nuestro protagonista, solía hacerme trampas. No se trataba propiamente de un engaño, sino de una manera de enfrentarme a nuevos escenarios y romper la monotonía. Luego comencé a tocar y cantar canciones a varias voces grabándome alternativamente en dos radiocasetes. ¿Estaba loca? ¿No tenía amigos? ¡Nada de eso! También jugaba con ellos, pero también necesitaba estar a solas conmigo misma para descubrir mis propios límites, desarrollar mis estrategias y recursos y sentirme bien sin depender de otros. Ahora creo que era una maravillosa inclinación que Dios había puesto en mi corazón para aprender a ponerme en el sitio de los demás (empatía), valorar más las riquezas de la compañía (lo inesperado, el «otro») y saber vivir también aquellos momentos en que, salvo Dios, todos te abandonan. Para saber vivir con otros, hay que empezar por saber convivir con uno mismo. Dios siempre nos acompaña.
0 comentarios