

El corto que compartimos a continuación narra la historia de una pequeña montaña que se siente casi microscópica al lado de otras tres, que en su interior guardan petróleo, oro y fuego. Una divertida y tierna analogía de lo que muchas veces nos pasa como seres humanos, insistentes en compararnos con otros y un poco olvidadizos frente a lo que de verdad valemos.
Desde que somos pequeños nosotros mismo o algunas veces las personas que nos rodean, nos comparan con otros. ¿Por qué el más grande que yo?, ¿por qué él tiene una hermosa voz y yo no?, ¿por qué el puede bailar y yo no? En ocasiones incluso, este constante y mal hábito de compararnos con los demás crece con nosotros y se convierte en un defecto que nos acompaña durante toda la vida o hasta que alguien nos hace un alto en el camino.
Estas son cuatro lecciones que nos da hoy esta pequeña montañita de gran corazón:
La clave está en aceptarnos tal y como somos
Para muchos este tema parece resuelto o inclusive algo con lo que nacemos, mientras que para otros la situación puede convertirse en toda una pesadilla, pensar en la idea que tenemos de nuestra propia belleza es un reto.
Cuántas veces nos hemos encontrado a nosotros mismos frente al espejo renegando de cuanta imperfección se nos viene a la cabeza, pensando en lo injusta que es la vida porque no nos dio eso que tanto nos gusta del otro. Nos hemos quejado tanto hasta llegar al punto de molestar a otros con nuestras imaginarias y pálidas fallas, que comparadas con las de otras personas se quedan en pañales.
El día que nos miremos al espejo y aceptamos cada parte de nuestro cuerpo, nuestra personalidad o nuestra forma de actuar, ese día todo cambiará. Porque no necesitaremos la aprobación de otros, ni las voces de los demás para caminar confiados de sí mismos. Cada ser humano en este mundo es único y aunque a los ojos del mundo no se vea, todos tenemos algo bueno que dar.
Amarnos a nosotros mismos primero, nos permite amar a los demás
¡Que dura tarea! Amarnos a nosotros mismos. Piensen en todas las veces que con facilidad le han dicho a otros «te amo», ¿hoy estarías dispuesto a decirte a ti mismo lo mismo?. Haz el ejercicio, si la idea te suena descabellada o incomoda algo está fallando. Piensa que ese cuerpo que tienes, con el que caminas, comes, respiras y quieres a otros, es el cuerpo que se te ha dado para siempre.
Es tu más grande tesoro, eres tú y por tanto debes preocuparte por amarlo sin llegar a caer en el orgullo o el egocentrismo. Siendo consciente de que si no te amas a ti mismo ¿Cómo podrás amar verdaderamente a los demás?
Empieza por ti, por sumarle a la fórmula de aceptarte a ti mismo, la del amor propio.
Los dones compartidos dan mejores frutos
Esta pequeña montaña, se sintió sola e inútil, pero algo increíble pasó cuando se aceptó a si misma con todo lo que en ella había, creció y de su interior emergió un gran árbol que a todos pudo dar sombra. ¡Que bella reflexión! Esto mismo pasa con nosotros cuando aceptamos los dones que Dios nos ha dado, florecemos y damos fruto.
Pero la alegría puede ser aún más inmensa cuando esos dones, habilidades y destrezas se ponen al servicio de los demás. A eso hemos venido, a servir desde el amor, a aceptarnos tal y como somos para luego amarnos a nosotros mismos y poder amar a otros tanto como Dios nos ha amado a nosotros, solo así daremos fruto, solo así compartiremos sin reparo alguno lo que se nos ha dado.
El viejo dicho de «Las apariencias engañan» es cierto
La prudencia es tal vez un don con el que no muchos nacen (me incluyó), nos apresuramos a juzgar, a decir «mira, que pequeño es, no lo logrará». El error garrafal de hacer suposiciones frente a otros y de basarnos en las apariencias para señalar a los demás nos cuesta caro.
Las otras tres montañas jamás imaginaron que de la pequeña pudiera nacer un árbol y no uno cualquiera, sino uno enorme. Alardeaban cada una de sus dones, de lo que llevaban en su interior y las hacía especiales y creyeron que esta pequeña montaña no era más que una insignificante cosa comparada con su inmensidad.
Y he aquí la sorpresa que se llevaron, igual a la nuestra cuando después de habernos dado gusto en el mar de las críticas y las suposiciones, otros nos dejan con la boca abierta.
Déjate sorprender por Dios y por cada uno de los dones que te ha regalado. Eres único, especial e importante, no dejes que otros pisoteen tus sueños ni le pongan límite a tus anhelos, porque sin importar de que estemos hechos todos, absolutamente todos, valemos. La conferencia de conocimiento personal puede ayudarte a profundizar en este tema ya que es fundamental para vivir tranquilo y relacionarnos de una manera sana con los demás.
Recuerda que Dios nos ve a todos como las estrellas en el firmamento, no importa si unas son más brillantes o pequeñas que otras, todas son hermosas y queridas por Él, porque de Él venimos. Sin ellas tal vez la luna no brillaría igual y sin nuestros dones tal vez el mundo no sería tan interesante.
0 comentarios