Este es un video que no dura más de dos minutos, pero que refleja muy bien la dura batalla que enfrentan las personas con depresión o tendencias suicidas. Normalmente no nos detenemos a pensar en la cotidianidad de nuestras vidas, en que a pesar del dolor o el sufrimiento que estemos atravesando, la vida sigue. Debemos continuar con nuestras actividades diarias, ir al trabajo o la universidad, hacernos cargo del hogar, hacer las compras de la casa, llevar a los niños al colegio, asistir a reuniones etc. Cuando por dentro estamos cayéndonos a pedazos.

Comparte tu dolor

Todos, absolutamente todos hemos sentido dolor. Lo mejor que podemos hacer cuando nos sintamos hundidos en la tristeza o la depresión es, buscar a alguien. Un amigo o amiga cercana, un familiar o un psicólogo. Hablar en voz alta de nuestros problemas aliviana nuestra carga. Con frecuencia nos encerramos en nuestros propios pensamientos, y terminamos por convencernos a nosotros mismos de que no hay salida. Nos encargamos de hacer que la angustia aumente y de que la sensación de soledad y abandono se eleve por los aires.

Desahogarnos con otra persona nos ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista, uno tal vez mucho menos catastrófico que el nuestro. No rechaces la compañía y escucha que otros estén dispuestos a ofrecerte.

Encuentra una actividad extra

Una actividad que no se encuentre relacionada con tu trabajo o estudio. Práctica algún deporte, inscríbete a un grupo de lectura, de pintura o de baile. Frecuenta lugares nuevos, anímate a dar caminatas o a salir a correr. Estas, aunque parezcan actividades insignificantes, en realidad despejan tu cerebro. Te ayudan a enfocarte en otras cosas y a darle menos cabida a esos pensamientos que te dejan los ánimos por el piso. Mantenerse ocupado es clave en este proceso.

No olvides la oración

El Papa Francisco pronunció unas hermosas palabras en su homilía del 27 de septiembre de 2016, refiriéndose al tema de la depresión y la tristeza: «La desolación espiritual es algo que nos sucede a todos nosotros: puede ser más fuerte, más débil, pero es un estado del alma oscuro, sin esperanza, cauteloso, que hace no tener ganas de vivir, sin ver el final del túnel, con mucha agitación en el corazón y también en los pensamientos. La desolación espiritual nos hace sentir como si tuviésemos el alma dura: falla, falla y no se quiere vivir: ¡Es mejor morir! — se piensa —».

Ante esta situación el Papa nos aconseja orar, con fuerza y determinación. Digamos: «Señor, estoy harto de aflicciones. Mi vida está al borde del infierno. Estoy entre aquellos que descienden a la fosa, soy como un hombre que no tiene fuerzas. Me has arrojado a la fosa más profunda. Pesa sobre mi tu furor. Llegue hasta Ti mi oración».

Desahógate con Dios, dile cómo te sientes, dile cuáles son tus deseos, confiésale tu debilidad y pídele a otros que también oren por ti. ¡Hoy yo oro por ti!