Esta semana estoy dando lata con el tema de los sueños, y justo me enviaron este corto animado llamado «Pip». El protagonista es un pequeño cachorro que lucha por encajar en un lugar que tal vez no es el suyo. Y digo «tal vez», porque a veces nos convencemos a nosotros mismos de no ser capaces o de no ser lo suficientemente buenos.

Esta historia me hizo pensar en que a veces deseamos mucho algo, lo deseamos de tal forma que ya no permitimos que haya espacio para ningún otro sueño.

No hay cabida en el corazón, ni en la mente, ni en el alma para nada más. Pero, ¿qué pasa cuando nos damos cuenta que a pesar de los esfuerzos no hay frutos? o ¿qué sucede cuando creemos estar más cerca que nunca de la meta y al final todo sale mal?

La importancia de perseverar

Perseverar nunca es fácil. Usualmente cuando alguien nos aconseja ser más perseverantes es porque ya hemos caído de narices varias veces. Cuando nos han cerrado las puertas, nos han negado las oportunidades o nos han puesto de patitas en la calle con un «no».

Este corto también me hizo pensar en todas esas veces en que no le encontramos sentido a tantas fallas, a tantas caídas y equivocaciones, al dolor o al sufrimiento. Y es que cuando nos encontramos en situaciones o épocas en las que todo parece salir mal, nos cuesta encontrar esperanza. Nos cuesta creer en nosotros mismos.

Saber escuchar el corazón

Siempre he creído que cuando Dios nos pone algo en el corazón hay que saber escuchar. Ignorarlo solo nos hará el camino más complicado y rendirnos nos llenará de frustración.

Cuando un deseo emerge del corazón con tanta fuerza hay que hacer un alto en el camino y preguntarle a Dios: ¿qué quieres de mi?, ¿qué quieres que haga? y por qué no ¿por qué me la pones tan difícil si fuiste tú el autor de este deseo que hay en mi interior?

Qué la gente nos llame locos, que nos critiquen, que nos miren mal, que murmuren, que se burlen y nos digan que no lo vamos a lograr. Al final los únicos que tenemos la capacidad de cambiar las cosas, somos nosotros.

No te rindas ante los tropiezos ni cuando otros te digan que no estás hecho para algo. No te preocupes si al principio pareces no encajar, si Dios ha puesto ese sueño, ese deseo, ese anhelo o esa vocación en tu corazón, lucha con fuerza.