Comunicarse nunca ha sido fácil. Es algo mucho más complejo que hablar el mismo idioma. «Daughter» (Hija), cortometraje nominado al Óscar 2020, dirigido por Daria Kashcheeva, nos trae una historia de dolor que nos resulta familiar.

En la dinámica del amor el recibir suele ser mucho más complicado que el dar. Implica la sutiliza de conocer al otro y recibirlo por completo. Así ese amor que entregue no esté a la medida de nuestras expectativas. Es una tarea que lleva tiempo.

Los niños parece que llegaran a este mundo con la única necesidad de sentirse amados, amados incondicionalmente. Las heridas de infancia son tan difíciles de superar en la edad adulta. Y finalmente se superan cuando el amor es descubierto, cuando se perdona, se entiende, cuando te aman y finalmente puedes amar.

*Te compartimos el trailer, pero puedes ver el corto completo en este enlace (es el tercer video)

Heridas abiertas

Este cortometraje nos habla de esas heridas. De lo difícil que pudieron haber sido las relaciones con nuestros padres de pequeños. De la soledad y la incomprensión experimentadas. De las ganas de poder decir y expresar tantas cosas y no poder. Pero, a la vez nos habla del otro lado, del lado de un padre que también está herido. Que no comprende, que se esfuerza por amar sin saber cómo expresarlo. Ambos se aman pero ninguno sabe cómo comunicárselo al otro.

Cuando llegamos a la edad adulta, muchas veces llegamos acompañados no solo del dolor, sino también del rencor e incluso de la autocompasión que las heridas sufridas nos dejaron. Pareciera que nos hubiéramos quedado pegados en un momento de nuestras vidas (el momento del dolor y de la soledad) y no pudiéramos ver más allá.

Una señal para entender que fuimos amados siempre

Qué bello sería que como en el corto pudiéramos encontrar una señal, un signo que nos hiciera entender que fuimos amados siempre. Que ese momento que aún no podemos olvidar nunca existió, o que hubo alguien ahí que sufría con nosotros y que también nos amaba. Qué bueno sería que pudiéramos curar esas heridas con la misma persona que las pudo haber causado. Ojalá todo tuviera un final feliz, reconciliado.

Lo cierto es que siempre existe esta posibilidad. Y si bien suena como que estuviera diciendo que esperemos a la muerte para poder ser felices, ciertamente no es así. El regalo más hermoso que nos ha dado Dios además de la misma existencia es el poder elegir.

Podemos elegir a pesar del dolor

Podemos elegir siempre, a pesar del dolor, a pesar del rencor, a pesar de la incapacidad, a pesar de las dificultades podemos elegir. No siempre es fácil. Pero, el solo saber que tenemos la posibilidad de cambiar el curso de nuestras vidas ya es bastante.

Podemos elegir pedir ayuda, podemos elegir perdonar aunque no entendamos, podemos elegir tantas cosas. La elección más grande, poderle dar a Dios una oportunidad en nuestras vidas. Nos sentimos tan solos, tan cansados y heridos. Con tanta necesidad de ser amados, ¡cuando ya lo somos! Un amor tan grande que cura y lo vuelve todo nuevo.

El papa Francisco nos recordaba que: «La misericordia puede curar las heridas y cambiar la historia» y nos pide que abramos nuestro corazón a esa misericordia de Dios. «La misericordia divina es más fuerte que el pecado de los hombres… Jesucristo con su cercanía y ternura lleva a los pecadores al espacio de la gracia y el perdón. Y esta es la misericordia de Dios».

El dolor no es fácil, superar las heridas suele ser complicado. Encontrar las palabras para decirle al otro lo mucho que lo amamos, que lo necesitamos, que hemos perdonado, es difícil. Al lado de Dios todo se vuelve más sencillo, más llevadero y a medida que lo dejamos entrar en nuestras vidas, todo va adquiriendo sentido y brillo nuevo.