construir recuerdos

Hace apenas unos días una buena amiga, esa amiga que siempre recomienda los mejores libros, me pasó un extracto de «La segunda conversión. En el camino de Emaús» de Damián Fernández Pedemonte (recomendadísimo). El extracto, que habla de la importancia de construir recuerdos, dice así:

…marido y mujer, más que sentarse a hablar de sus diferencias, deben generar buenos recuerdos para el futuro, referencias a las que acudir con la memoria y el corazón cuando llegan los momentos de prueba.

Mi corazón dio dos vuelcos. Era como celebrar una verdad que, con el tiempo, la he comprobado cierta una y otra vez.

Las memorias del corazón

Me voy a permitir recurrir a mi historia personal solo para comentarles lo que estas memorias han permitido en mi vida. Y por qué son tan importantes cultivarlas en la vida de pareja.

Cuando pidieron mi mano en matrimonio, los acontecimientos que acompañaron ese día fueron extraordinarios. Desde las palabras que se dijeron, el lugar, el clima, los sonidos, la naturaleza… Lo que sucedió fue tan increíble que recuerdo cómo todo mi ser se puso en alerta y pensé:

«Todo esto es tan extraordinario por alguna razón. Seguramente el camino no será fácil, vendrán tiempos de duda, tiempos en que quiera abandonarlo todo, porque yo siempre quiero abandonarlo todo. Cuando ese tiempo llegue debo recordar este momento para recobrar fuerzas y seguir adelante.»

Fue tan fuerte ese pensamiento, que lo tengo escrito. Y debo decir que ese recuerdo viene acompañando las varias crisis que juntos ya hemos atravesado. 

Nuestros hitos biográficos

construir recuerdos

Guarda tus recuerdos, crea memorias. En el matrimonio es importantísimo construir buenos recuerdos y almacenarlos con intención. Nuestra vida está marcada por momentos buenos y no tan buenos. Las decisiones y los rumbos que tomemos en la vida mucho dependerán de estos hitos.

En el matrimonio es vital construir momentos significativos. Momentos solo de a dos. Códigos que solo comprendamos por el misterio de ese amor conyugal que nos hemos atrevido a vivir. Porque para amar hay que atreverse y comprometerse.

La vida entregada a otro, para siempre, es casi una locura. Nos unimos en matrimonio para hacer feliz a otro, para construir un proyecto común que dure toda la vida. ¿Cómo podríamos resistir una vida entera sin memorias hermosas juntos?

Viviendo el presente

construir recuerdos

No se trata de vivir la vida a golpe de recuerdos. No, los recuerdos tienen que ser esos recursos para el mal tiempo. Pero el hoy… el hoy es el que cuenta.

Vivir un presente consciente, haciendo uso de nuestras facultades como la inteligencia, la creatividad y la voluntad al servicio del amor es la clave. Esto no solo nos permitirá vivir un hoy pleno, sino ir almacenando esas vivencias que marquen nuestra historia juntos.

Cuidado con vivir buscando solo «pasarla bien»

Los recuerdos son momentos preciosos, son tesoros. A veces, confundimos estos tesoros con el simple hecho de pasarla bien. Nos llenamos de viajes, cenas a la luz de las velas, conciertos, fiestas. Aun así, llegan los momentos de dificultades y no podemos recordar nada. Es más, no podemos soportar la dificultad porque solo estamos preparados para la diversión, para pasarla bien.

Construir recuerdos significa descubrirse mutuamente, caminar juntos para sorprenderse con la forma en que sonreímos, servimos el café o hacemos ese gesto que resulta irresistible para el otro en momentos oportunos. Para encontrar belleza hasta en nuestros enojos. No solo se trata de llenarnos de aventuras, sino de conocernos cada vez más. De escucharnos y de sorprendernos mutuamente.

Hay que guardar esos recuerdos en un lugar concreto

No hay que confiar en la memoria para guardar estos recuerdos. Seamos astutos, guardémoslos en un lugar al que podamos recurrir rápidamente: álbumes de fotos (sí, imprimamos fotos y pongámosle fechas), cartas, diarios matrimoniales, agendas. Todo esto es sumamente útil para almacenar nuestros recuerdos y que el viento – que borra la memoria – no se los lleve.

No tengamos miedo a llevar un diario, a guardar recortes, tickets de restaurantes, entradas al cine, conciertos, etc. Si el momento lo merece, guardemos un pequeño trofeo de esos momentos de gloria. En momentos de oscuridad serán una fuente de fuerza insospechada. 

Doy por hecho que, en estos recuerdos, es casi mandatorio tener un testigo. Ese amigo cómplice que forma parte de nuestra relación conyugal, una relación que debe ser de tres: tú, yo y Dios.

«El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo» (S.S. Benedicto XVI)