ser amado

A todos nos gusta recibir regalos, ¿y a ti? Todos en algún momento hemos recibido «algo» de «alguien» y nos alegramos por eso. Lo que no siempre sabemos es que el principal regalo es la persona que entrega el detalle. De eso te quiero hablar hoy.

Siempre hemos sido amados

Imagina un día común de tu vida, te levantas, das un baño, te vistes, desayunas y sales hacia tu trabajo. Te das cuenta de que en cada lugar que visitas (tu cama, tu baño, tu mesa, tu trabajo) encuentras una nota que dice «te amo mucho». Imagina que hay alguien que ha preparado todo esto para ti, para que te sientas bien. ¿Te animarías a conocer más a esa persona que te hace sentir amado? Seguramente, sí.

Imagínate que ese que ha preparado todos estos detalles día a día para hacerte sentir profundamente amado(a), bello(a), único(a), elegido(a) es Dios.

Cuando contemplamos los pequeños detalles que nos rodean día tras día (que, por cierto, muchas veces ni los detallamos) descubriremos que todo es una expresión de la verdad, belleza y bondad que hay en Dios, y que Él dispone todo esto para recordarnos su inmenso amor y dejarnos conquistar por Él. 

Puede ser que no todos tengan la fortuna de decir «amo a mi mamá», «amo a mi papá», pues es cierto que hay diversas circunstancias que nos han podido herir, pero lo cierto y que no podemos negar es: Hay alguien que pensó en mí, alguien quiso darme vida. Eso ya es amor.

Siempre me confronta pensar cómo muchas veces nos dejamos sorprender por la naturaleza, por la creación entera, por experiencias del día a día, pero nos miramos a nosotros mismos y no mostramos un mínimo de admiración por el don que somos.

Soy amado, siempre he sido un don… pero no siempre fui consciente de ello

ser amado

Dios nos hace vivir procesos para que aprendamos a valorar todo lo bueno que viene de Él. Por eso, primero recibimos la vida de nuestros padres como don.

Luego descubrimos hermanos, familiares o amigos con los cuales aprendo a darme. Aprender a recibir es una clave para aprender a entregar aquello que tengo en mi corazón a los demás.

Pensemos por un momento: ¿alguna vez te sorprendiste por el amor que alguien te tiene? Pues bien, ese merecimiento de amor de parte de otros nos recuerdan la dignidad que tenemos.

Somos únicos e irrepetibles y nuestra vida vale, pues nuestra existencia fue dada. ¡Pero cuánto nos cuesta vernos como un don de Dios llamado a la comunión!

La grandeza de nuestra vida tiene un rostro concreto

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Cuando miramos nuestra historia, encontramos que los primeros con quienes tuvimos contacto fue con nuestra familia, concretamente mamá y papá. De acuerdo con esto, nuestros padres también nos fueron dados como don. Nos cuesta tantas veces entender «soy amado»; entender que somos un regalo, aunque todo lo que vemos a nuestro alrededor son regalos.

Somos únicos e irrepetibles porque Dios no ha querido repetir su amor en serie, sino amarnos a cada uno con un amor concreto y bendice el mundo entero con mi presencia.

Tal vez lo que más nos falta a todos como humanidad hoy es reconocer con humildad que necesitamos al otro. Nos necesitamos mutuamente y solamente en esa entrega generosa de nosotros mismos hacia los demás comprendemos quienes somos.

Adán solo acabó de comprenderse a sí mismo cuando vio a Eva. Pues reconoció en ella la «carne de mi carne». Hay algo que descubren que es recíproco, que se pertenecen el uno al otro, que fueron dados el uno para el otro.

Siempre saliendo de mí mismo

Cuando vemos a Cristo en la cruz, lo descubrimos desposeído de todo. Solamente está Él, como cordero. Solamente Él, que es el don por excelencia. Jesús nos enseña en su pasión y en su vida terrenal que Él es el regalo perfecto que se dio a sí mismo hasta la última gota de sangre, y ese inmenso regalo es el que recibimos en cada Eucaristía.

¿Cómo participar de la santa misa y no dejarnos mover hacia un amor en clave de donación para los demás? Nuestro corazón no fue creado para ensimismarse, sino para la donación de sí, por eso siempre experimentaremos la necesidad de ser don para otros.

¿Cómo empezar a vivir en clave de don?

No hay otra manera de aprender a vivir en clave de don, si no es viviendo inmersos en aquel que es el don por excelencia, que es Dios mismo. Si queremos vivir en esta lógica, necesitamos insertarnos en Aquel que nos da esta posibilidad.

Quien vive un auténtico encuentro con Cristo y descubre cuanto ha sido recibido de su parte por amor, comprende entonces que está invitado a darse a sí mismo por amor. 

Definitivamente, el mejor regalo somos nosotros.