

Para conocer, y para poder entablar una auténtica amistad con otra persona, la comunicación es muy importante. Y es que la mejor y más efectiva forma de conocer a otra persona, es comunicándose con ella, conversando, prestando atención, escuchando, dando espacios en los cuales se propicie saber qué hay en el corazón de la otra persona.
Las auténticas amistades, aquellas que valen oro, son aquellas que se cimentan en una comunicación profunda, y que permita conocer gustos, aficiones, temores, necesidades.
Si decimos que esto es necesario en nuestras relaciones humanas, ¡cuanto más necesaria no será la comunicación con Dios! Ahí la oración se vuelve de una importancia muy grande para nosotros. Y es que orar es esa comunicación que todos tenemos con Dios.
Si queremos tener una relación de amistad profunda con aquel que nos ha amado, orar es ese camino de amor ideal para poder sumergirnos en el corazón de nuestro Señor.
El ejemplo de Jesús
Definitivamente, uno no ama aquello que no conoce. Y la mejor manera de conocer a Dios y de cultivar una amistad profunda con Él es la oración. El mismo Jesús nos enseña la importancia de la oración. Él en todo momento oraba: antes de predicar, antes de evangelizar. Con esto el Maestro nos enseña la importancia de orar.
En medio de las dificultades y los ajetreos del día a día, muchas veces la oración se ve afectada. Ya sea porque creemos que nos falta el tiempo, ya sea porque las preocupaciones nos agobian… muchas veces queda relegada.
Es necesario que nuestra voluntad se vea fortalecida y le demos tiempo a nuestro Señor, que cuidemos nuestra vida interior y le demos prioridad a Aquel que es autor de la vida. Aquel que hasta el extremo nos ha amado.
Abel de Jesús nos presenta este video en el que nos da pequeños consejos que ayudarán a mejorar nuestra vida de oración. Además de los consejos, nos enseña a orar con la Santísima Trinidad.
Por esto te invito a que descubramos en este interesante video cómo podemos cada día sumergirnos en el corazón de nuestro Señor. Descubramos juntos como nuestra vida de oración puede mejorar si rezamos junto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Orar con el Padre, dar gloria al Rey de la creación
Es muy importante que tengamos siempre presente a Dios Padre, a Aquel que es dueño de toda la creación. Aquel que con un suspiro de amor nos dio vida y vida en abundancia. Ante el que todas las rodillas se deben doblar. Como Padre Dios, pensó desde siempre en ti y en mí y nos dio vida abundante.
¿Cómo orar a Dios Padre? Es necesaria una oración de alabanza, de agradecimiento, que sea una comunicación de un hijo que se sabe amado por un padre que es amoroso y misericordioso. Que nuestra oración comience con un «Abba», un grito clamoroso y confiado en el buen Dios.
Aquí es preciso que tengamos presente que a veces se puede volver dificultoso orar. Quizá no sabemos qué decir, no salen las palabras, incluso no sabemos como comenzar.
Pero nuestro diálogo con el Padre ha de ser eso: un diálogo entre un hijo y su Padre, un diálogo abandonado, un diálogo confiado, un diálogo entre un padre que ama y un hijo que se sabe amado por su padre.
«Pide y se te dará»
¿Cómo dialogamos con el Hijo? ¿Cómo orar con la segunda persona de la Santísima Trinidad? Jesús, en su vida pública, nos exhortó, nos predicó y nos enseñó que el mandamiento principal es el mandamiento del amor.
Amar y amar, porque amar es la manera más intensa de vivir. Jesús que pasó haciendo el bien. Nos enseñó en todo momento que lo primero es el amor. Y ciertamente el nombre de Jesús es Misericordia. El Maestro nos enseñó que su misericordia es eterna, y tanto nos amó que fue capaz incluso de dar su vida por ti y por mí.
El diálogo con Jesús, segunda persona de la Santísima Trinidad, es un diálogo de un alma enferma, necesitada, con un Maestro que cuida de nosotros, que nos ama y que es infinitamente misericordioso. Un Hijo consciente de qué necesitamos y que nos enseñó a pedir cuanto necesitemos, lo que se nos dará conforme a su voluntad.
El hijo amado, que sabe por lo que estamos pasando, es Aquel que subió a la cruz por amor a ti y a mí. Este Jesús que nos espera siempre con los brazos abiertos y nos ama infinitamente. Su Misericordia es más grande que nuestros miedos, que nuestros errores; su amor que tiene aroma a eternidad nos sostiene en todo momento.
Acudamos a nuestro buen Maestro con la confianza de sabernos amados incondicionalmente por Él.
Regálanos tu espíritu Señor, clamemos por un nuevo pentecostés
Es importante también que oremos al Espíritu Santo, a aquel gran Desconocido. A aquel que es consuelo, que es fortaleza. Quien recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Clamemos siempre al Santo Espíritu de Dios para que nos enseñe a amar, que nos enseñe a adorar, que ore siempre con nosotros.
En la escena de Pentecostés, los apóstoles fueron capaces de predicar, fueron capaces de darse a los demás por la acción poderosa del Espíritu Santo.
Hoy quizá tu vida esté en medio de la tormenta. Entonces, pídele al Paráclito, pídele a la tercera Persona de la Santísima Trinidad, que encienda en ti un fuego, que haya un nuevo Pentecostés en tu vida.
Será el fuego abrasador del Espíritu Santo aquel capaz de darle a tu vida un sentido nuevo, de darte paz, fortaleza, consuelo, confía en que será tu guía, será tu luz, será el fuego que incendie tu alma en la noche oscura que puedas estar atravesando.
¡Quien mejor que María para enseñarnos a amar!
La mejor maestra de oración sin duda es María. Esta mujer que entendió el amor, esta mujer cuya voluntad es la voluntad del buen Dios, te puede enseñar a amar a través de la oración.
Si quieres orar con María, ora como un hijo que le pide a una madre con confianza, con la certeza que ninguna oración a esta dulce Madre será desoída nunca.
Ora con María con la certeza de que ella como Madre y Reina que es siempre va a interceder por ti y por mí para acercarnos al buen Dios. Confía en María y conocerás la plenitud del amor.
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