La fe, en una gran medida, viene dada desde la crianza de nuestros padres, desde nuestra cultura y nuestra formación. Ésta, con el tiempo, va madurando y desarrollándose, pero esa experiencia no es teórica, sino empírica. Nadie abraza la fe por haber sido convencido intelectualmente. El Papa emérito Benedicto XVI lo explica así:

«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Carta Encíclica Deus Caritas Est).

Dios es real e interviene en nuestras vidas de forma concreta. Lo hace de forma especial en aquellos que experimentan la enfermedad y en quienes acompañan a los que la padecen. La enfermedad es, muchas veces, ese acontecimiento del que nos habla el Papa Benedicto, que nos hace encontrarnos con una persona: Jesús, quién da un nuevo horizonte a nuestras vidas.

Carolina y Fernando son un jóven matrimonio de Chile. Llevan 7 años casados y tienen un pequeño hijo de 2 años y medio. Desde el comienzo de su relación, cuando eran novios, su fe se puso al servicio de los demás y han desarrollado su apostolado misionero ayudando en la formación espiritual a otros jóvenes. Ellos, como todo matrimonio joven y cristiano, esperaban con ansias la llegada de su primer hijo, pero los diagnósticos médicos indicaban otra cosa. Tras 5 años de dar la pelea Carolina queda embarazada de forma milagrosa e inexplicable, pero su embarazo sufre un vuelco al ser diagnosticada (con 7 meses de embarazo) con un cáncer de mamas en Etapa IV (metástasis en el cerebro, los pulmones, las costillas, la columna vertebral con una fractura en L2 producto de la presión de un tumor, la pelvis completa, y en el fémur derecho un tumor de 7 cm), lo que hizo que el parto fuera adelantado varias semanas.

No solo enfrentaron la enfermedad desde la fe, sino que han sido testigos en primera fila de la intervención de Dios de forma sobrenatural contra todo pronóstico, y junto con ello han acompañado a muchas otras personas que han sido diagnosticados de gravísimas enfermedades, muchos de ellos casi desahuciados. Su acompañamiento no ha sido solo desde el consuelo, sino que en varias ocasiones, habiendo orado con fe, han ocurrido inexplicables sanaciones en estas personas. Cuando Carolina y Fernando hablan de fe y enfermedad, saben en carne propia de lo que están hablando.

Ellos, que han vivido esta experiencia de la mano del Señor, nos quieren compartir desde su testimonio, algunas claves que nos pueden servir para quienes sufren enfermedades y para quienes acompañan a estas personas. 


Ustedes que han experimentado la enfermedad, cómo responden a quienes les preguntan:

1. ¿Por qué la gente se enferma tan catastróficamente?, ¿por qué Dios permite enfermedades así?

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Ante un diagnóstico médico que implique dolor físico o cercanía con la muerte es inevitable  no  preguntarle a Dios  ¿Por qué a mí?, nosotros las primeras dos semanas de recibir la noticia del cáncer en nuestras vidas se lo preguntamos diariamente entre muchas lágrimas. Hoy, al experimentar cada día con fuerza su amor y misericordia, muchas veces entre dolores físicos intensos, lágrimas y frustración, podemos decir que la enfermedad es una tremenda oportunidad que tenemos de volvernos a Dios, de entablar una relación sincera y profunda con Èl y descubrir que dependemos del Èl.  

Respecto a si Dios permite una enfermedad creo que podemos mencionar 2 cosas:

No olvidar que Dios es Padre: Pensar que Dios quiere que nos enfermemos es, definitivamente, no conocer a Dios. Una vez le preguntaba a Dios si Él quería sanar a mi esposa y Él me respondió con la palabra: –«Fernando, tú desearías una enfermedad para tu hijo? Evidentemente le dije: –«Dios, jamás desearía una enfermedad para mi hijo–. Entonces nuestro Señor  me habló a través de su palabra : «si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo…» (Mateo 7, 11).

La enfermedad no tiene la última palabra en nuestras vidas: Quien la tiene es nuestro Señor Jesús  aunque la sanación sea instantánea (como nos ha tocado presenciar) o sea mediante un proceso paulatino de mejora (física  y espiritual), el producto final de esta obra de Dios en nosotros es siempre un testimonio para su gloria y parte de su divina voluntad.


2. ¿Qué actitud espiritual es la que Dios espera? ¿La resignación, el dejarse llevar y que «sea lo que Dios quiera» o la lucha por probar todos los tratamientos existentes?

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La disposición que creemos que Dios espera de nosotros es:

Fe: es creer en lo que aún no vemos (voy a estar sano).

Esperanza: es confiar en Dios y en sus tiempos (si no estoy mejor hoy, lo estaré mañana)

Amor: es saber que Dios nos ama, nadie que ama desea el mal para el ser amado. Dios te ama y quiere lo mejor para ti. Dios quiere sanar tu espíritu (por sobre todas las cosas), tu alma (tu historia, tus sentidos, tus recuerdos) y tu cuerpo (toda enfermedad corporal).

Tener fe en Dios y no en la enfermedad: Jesús es más fuerte que el cáncer, que el sida, que cualquier enfermedad.

Hay una frase que ocupa Carolina en las charlas que nos invitan: «a nosotros  esta circunstancia de enfermedad nos encontró con un poco de fe, este es el momento de creer y activar tu fe, uno nunca sabe qué circunstancia nos tocará vivir».


3. Para quienes no tienen fe, la medicina es el único camino, pero para los que tenemos fe: ¿Cuál es su rol?

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La medicina y los médicos ciertamente también son creados por Dios. Hemos entendido que debemos ser obedientes con los tratamientos y las indicaciones médicas, pero con la claridad de que el alcance de los médicos y de la medicina es limitado, Dios es ilimitado. Una vez un doctor nos dijo que Carolina tenía pronóstico de 3 meses de vida y le respondí: «mire doctor, yo no espero de usted un milagro, sé que la medicina tiene limitaciones y usted también, pero confío en su trabajo y espero lo haga lo mejor posible, Dios hará el milagro». Debemos ser obedientes y discernir. En estos dos años y medio, Dios ha manifestado su amor a través de una infinidad de personas de diferentes equipos de salud, que sin duda han sido la prolongación de su amor en nosotros.


4. La medicina alternativa, ¿está dentro del plan de Dios para cuidar a quienes padecen una enfermedad? ¿Hasta dónde es recomendable?

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Es importante mencionar que cuando nos dieron el diagnóstico nos ofrecieron muchas cosas, sobretodo Reiki, monjes del Brasil, Yoga, pero no aceptamos nada de eso ya que gracias a Dios en nuestro servicio acompañando jóvenes y matrimonios conocíamos muy de cerca sus efectos negativos y el peligro que conllevaba. Hoy en nuestro servicio de orar y de acompañar enfermos, con certeza aseguramos que solo obstaculizan el accionar de Dios.

Eres templo del Espíritu Santo, eso implica cuidar tu alimentación, que ésta sea saludable: bajar el consumo de azúcares y masas, consumir más verduras frescas y frutas, hierbas medicinales, hacer deporte, etc. Esto no tienen nada que ver con medicina alternativa, tiene que ver con aprender a cuidarnos. Por alguna razón, hemos creído que alimentarse bien o consumir hierbas medicinales es patrimonio de personajes chamánicos o de creencias orientales. Pues para nada. No necesitamos yoga, mucho menos reiki ni meditación trascendental. Tenemos un Dios poderoso que, además de darnos el poder de su Espíritu Santo, el poder de la Sangre y las Llagas de Jesús, nos da herramientas, como el alimento, la oración y el amor, para permanecer en Él.


5. Ustedes son personas de fe. ¿Sirve de algo ser católico o da lo mismo?

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Ser católico es un regalo de Dios y claro que sirve. Cuando hay una circunstancia de enfermedad la fe nos dona:

Sacerdotes que acuden a centros de salud, hospitales para administrar sacramentos (nuestro hijo fue bautizado en la UCI Pediátrica el mismo día de nacido).

Visita de Sacerdotes y/o Ministros de Eucaristía en nuestros hogares.

Todos los días el sacerdote puede ofrecer la Eucaristía por la recuperación de la persona enferma.

En nuestro caso, ser católicos nos ha dado la bendición también de tener amigos en la fe que nos han sostenido con su oración. Nuestra parroquia extendió sus brazos como una madre que va en auxilio de su hijo enfermo, los mismos brazos de Jesús acariciandonos y amando y entregando su paz.


6. ¿Dios quiere sanar? Si es así, ¿cuándo y a quienes?

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Dios quiere sanar siempre y quiere sanarnos a todos. De eso no hay duda. Dios no discrimina en amor, Él ama.  Ahora, es evidente que algún día tendremos que partir a la casa del Padre, pero Dios quiere que partamos a la casa del Padre, con el alma y el espíritu sanos, pues dice la palabra que el Señor no quiere que ninguno se pierda. La enfermedad puede ser esa oportunidad de volvernos a Dios, de dejarnos amar por Él. Cuando Jesús le lavaba los pies a sus discípulos, llegando a Pedro, este le dijo: «no dejaré que me laves los pies», pero Jesús le respondió, «si no me dejas que te lave los pies entonces no te conoceré en presencia de mi Padre». Esto significa que es un requisito dejarnos lavar por Dios, dejarnos sanar por Él, su amor sana, y esta sanación no es siempre a nuestro manera. No llegaremos al cielo sino es así. Es obligación ser sanados por Dios, ayer, hoy y mañana.


7. Para los que no hemos experimentado la enfermedad y no sabemos cómo acompañar a alguien enfermo. Además de nuestra actitud orante y cercana, ¿qué podemos hacer?

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Ante el dolor todos reaccionamos de maneras diferentes. Con un diagnóstico médico desolador algunos necesitan inmediatamente cercanía de su entorno familiar, de pares. Y en otros casos se requiere de unos días o semanas para estar con los más cercanos, llorar, tratar de comprender y buscar respuestas que ante el sufrimiento son difíciles de encontrar

En nuestra propia experiencia viviendo esta circunstancia de enfermedad y también visitando y acompañando enfermos podemos mencionar algunas cosas:

Intenta ponerte en contacto con algún familiar: Preguntarle cómo está anímicamente la persona, que necesita, si es conveniente  visitarla, y pedir encarecidamente que se le comunique tu preocupación por ella.

Si la persona no desea por el momento recibir visita, busca alguna forma de llegar a ella: A nosotros nos enviaban cartas de puño y letra, cartulinas de colores con textos bíblicos, emails, mensajes y audios de whatsapp. Estas cosas se agradecen profundamente.

Si accede a la visita, por más grave que esté la persona, no vayas con cara de funeral: Tampoco vayamos con lástima. Dios no nos tiene lástima, nos tiene fe.

En tu primera visita no indagues en el diagnóstico médico: Ni tampoco preguntes: ¿Cómo no te hiciste chequeos antes?, ¿algo te hacía pensar que era esta enfermedad? Si la persona lo desea te confiará lo que siente.

Acompaña con amor: Incluso sin hablar mucho, acaricia, abraza, y pregunta: ¿quieres que hagamos una pequeña oración juntos? De todas las visitas que hemos realizado ningún enfermo se ha negado. Incluye a la familia del enfermo ellos también necesitan que se les escuche y entregue cariño.

Nunca dejes de acompañar: Muchos al momento de recibir la noticia de una fuerte enfermedad en un ser querido, tendemos a acompañar mucho al principio pero después por diversos motivos desaparecemos. No lo hagas, sigue de alguna forma manifestando tu amor, en la recuperación y sobretodo en el proceso de perseverar en la fe donde se  necesita mucha compañía. Si pierdes el contacto, entonces, ¿cómo sabrás cuando ya esté sana y pueda contar su testimonio a otros?

Nunca perder oportunidad para transmitir fe: Ve siempre con una disposición de amor, esperanza y fe. Somos portadores de luz de Cristo, canales de su gracia. El resto es hacer el trabajo del demonio, que quiere hacernos creer que todo está perdido. Jesús ha dicho, «he venido a salvar lo que estaba perdido». Creamosle y llevemos esa esperanza que tanto falta hace al mundo.


Actualmente Carolina y Fernando viven en Chile, han sido fundadores de la Fraternidad Tiempo de Milagros, la cual está patrocinada por el Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, el Cardenal Ricardo Ezzati, y dedican su tiempo para compartir sobre el poder de Dios en medio de la enfermedad, orando por otros enfermos, formando a quienes los acompañan y animándonos en la fe.

Carolina comenzó este proceso de enfermedad postrada en cama, hoy en día (despúes de dos años y 6 meses) y contra todo diagnóstico médico,  está de pie, caminando sin uso de bastón. Han desaparecido los tumores en el cerebro, los pulmones, las partes óseas (entre ellos el fémur). A pesar de que han sido muchas las sesiones de quimioterapias, jamás ha manifestado efectos adversos que la inhabiliten. Hoy junto a su marido, Fernando, la enfermedad pasó a segundo plano y dan gracias a Dios por la vida de su hijo, por poder criarlo juntos y porque a través de esta enfermedad tan dura pudieron conocer a una Dios vivo, actuante y para quien nada es imposible.


Para terminar les dejamos una bonita imagen que resume muy bien este bonito artículo.

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