

Nuestra vocación en cierto modo surge intrínsecamente de la vida del bautismo. Para nosotros, los cristianos, la palabra de la vida se siente como voz que nos llama de la tumba: «Sal fuera», o, como lee la exégesis moderna: «Lázaro, ven aquí conmigo». También San Ignacio de Loyola, en perfecta sintonía con la visión patrística, coloca el inicio de la vocación en la llamada a la vida desde la muerte, del aislamiento a la comunión, de la tiniebla a la luz. — La vida según el espíritu, Pag 6