Una cosa es ser humilde; otra esforzarse por llegar a serlo, y otra, alabar a aquel que es humilde. Los perfectos están en el primer caso; al segundo pertenecen los verdaderos obedientes, y al tercero, todos los fieles. Si alguien se humilló en su corazón, sus labios no dejarán escapar palabras orgullosas; pues la puerta no puede dar paso a lo que el tesoro no guarda. — La Santa Escala. Pag, 110