Frecuenta el trato del Espíritu Santo —el Gran Desconocido— que es quien te ha de santificar.No olvides que eres templo de Dios. —El Paráclito está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones.

No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con Él, los insultos, y los salivazos, y los bofetones…

Y las espinas, y el peso de la cruz…, y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo…Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor Jesús hasta hallar cobijo seguro en su llagado corazón.—Camino. Punto 57 y 58