Mi secreto es muy sencillo: la oración. Mediante la oración me uno en el amor con Cristo. Comprendo que orarle es amarlo. En realidad sólo hay una verdadera oración, una sola oración importante: el propio Cristo. Una sola voz que se eleva por encima de la la tierra: la voz de Cristo. La oración perfecta no se compone de muchas palabras sino del fervor, del deseo que eleva el corazón hacia Jesús. Ama para orar. Siente la necesidad de orar con frecuencia durante el día. La oración agranda el corazón hasta que éste es capaz de contener el regalo de Dios de Sí Mismo. Pide, busca, y el corazón te crecerá lo suficiente para recibirlo y tenerlo como tuyo propio.— El amor más grande, Pag 21.