

Pureza de intención. Las sugestiones de la soberbia y los ímpetus de la carne los conoces pronto… y peleas y, con la gracia, vences.
Pero los motivos que te llevan a obrar, aun en las acciones más santas, no te parecen claros… y sientes una voz allá dentro que te hace ver razones humanas…, con tal sutileza, que se infiltra en tu alma la intranquilidad de pensar que no trabajas como debes hacerlo-por puro amor, sola y exclusivamente por dar a Dios toda su gloria.
Reacciona en seguida cada vez y di: Señor, para mí nada quiero. Todo para tu gloria y por amor.—Camino. Punto 788