Me parece que los hombres nos vamos haciendo verdaderos adultos en la medida en que nos hacemos comprensivos. La intolerancia es, me parece, tolerable y comprensible en los jóvenes. Para ellos todo se divide en el bien o el mal. Luego, la vida va descubriéndonos cuánto bien se esconde entre los pliegues del mal. Y cuánto el mal se agazapa detrás de muchos recovecos del bien. Y uno va aprendiendo a perdonar cuanto más descubre dentro de sí la necesidad que tiene de perdón. Por eso un viejo que acumula rencor me parece el ser menos adulto que existe — Razones para la esperanza. Pag, 116