

Cuando nos decidimos en serio a vivir la vida siguiendo el camino a la santidad llegamos en cierto momento a un punto donde nos damos cuenta que aceptarse a sí mismo no es una tarea fácil.
Con el paso de los años nos conocemos cada vez mejor. A medida que nos acercamos a la luz de la verdad, a dios, descubrimos la «gran nada» que somos, descubrimos tantos defectos que antes no notábamos.
Y precisamente estas imperfecciones pueden causarnos problema con la verdadera aceptación de lo que somos. En el camino a la perfección es importante saber que «el gran secreto de toda fecundidad y crecimiento espiritual es aprender a dejar hacer a dios»12 . Sin Dios no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5).
Pero para que Él pueda obrar algo en nosotros es indispensable que reconozcamos lo que somos. Solo entonces podemos ser libres para cambiar en nuestra conducta, con la gracia de Dios, lo que hace falta cambiar. —La Libertad Interior. Pag, 7