

¡Oh Señor, y cuán necesaria me es tu gracia para comenzar el bien, y para crecer en él y para perfeccionarlo! Porque sin ella ninguna cosa puedo hacer; mas en ti todo lo puedo, confortado con ella. ¡Oh gracia verdaderamente celestial! Sin ti ningunos son los merecimientos propios, no valen nada los dones naturales, ni las artes, ni las riquezas, ni la hermosura, ni el esfuerzo, ni el ingenio, ni la elocuencia; ni hay cosa en los hombres que valga algo ante ti, Señor mío, sin tu gracia. Porque los dones espirituales comunes son a buenos y malos; mas la gracia y amor es propio don de los escogidos, con la cual señalados, son dignos de la vida eterna. — Imitación de Cristo. Pag, 150