¡Cuánta sed tengo! ¡Sed de saciar la vuestra Señor! Al comulgar nos hemos juntado dos sedientos. Vos de la gloria de vuestro Padre y yo de la de vuestro Corazón Eucarístico! Vos de venir a mí y yo de ir a vos, de sacrificarme como víctima por los pecados del mundo, reparando los ultrajes que el mundo os hace; Vos de almas y yo de dártelas. ¡Vos de correspondencia y yo de corresponderte! Aplacad, Señor, mi sed, que yo con todas las fuerzas de mi alma quiero aplacar la vuestra – Historias de la misericordia de Dios en un alma.