Me parece que el amor me penetra y me cerca, me parece que ese amor misericordioso me renueva a cada instante, purifica mi alma y no deja en ella el menor rastro de pecado. Por eso, no puedo temer el purgatorio…

Sé que por mí misma ni siquiera merecería entrar en ese lugar de expiación, al que solo pueden tener acceso las almas santas. Pero sé también que el fuego del amor tiene mayor fuerza santificadora que el del purgatorio.

Sé que Jesús no puede desear para nosotros sufrimientos inútiles, y que no me inspiraría estos deseos que siento si no quisiera hacerlos realidad… ¡Qué dulce es el camino del amor…! ¡Cómo deseo dedicarme con la mayor entrega a hacer siempre la voluntad de Dios…! — Historia de un alma, pág. 203