Cuando estando nuestro Padre ausente, lo figuramos y ponemos delante de nosotros, y hacemos cuenta que está mirando nuestra manera de conversar, de hablar, de comer, y de dormir, y huimos en todas estas cosas lo que a Él desagradaría, entonces creamos que de verdad hemos alcanzado una libre y sincerísima obediencia. — La escala espiritual, p. 35