

No sabía que hay que rendir cuentas ante el Señor, incluso de las faltas más pequeñas. ¡Qué momento! ¿Quién podrá describirlo? Presentarse delante del tres veces Santo, Jesús me preguntó: ¿Quién eres?
Contesté: Soy Tu sierva, Señor. Tienes la deuda de un día de fuego en el Purgatorio. Quise arrojarme inmediatamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y dijo: ¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un breve tiempo en la tierra?
Contesté: Jesús, quiero sufrir en el Purgatorio y quiero sufrir en la tierra los más grandes tormentos aunque sea hasta el fin del mundo. Jesús dijo: Es suficiente una cosa. Bajarás a la tierra y sufrirás mucho, pero durante poco tiempo y cumplirás Mi voluntad y Mis deseos. Un fiel siervo Mío te ayudará a cumplirla.
Ahora, pon la cabeza sobre mi pecho, sobre mi corazón y de él toma fuerza y fortaleza para todos los sufrimientos, porque no encontrarás alivio ni ayuda ni consuelo en ninguna otra parte. Debes saber, que vas a sufrir mucho, mucho, pero que esto no te asuste. Yo estoy contigo. —La Divina Misericordia y mi alma. Pag, 26