

¿Has dicho alguna vez, para justificar tu egoísmo, «después de todo, tengo que vivir mi propia vida»? La verdad es que no tienes que vivir tu propia vida, porque tienes que vivirla con los demás. La religión no es lo que haces en tu soledad, sino lo que haces con los demás.
Naciste en el seno de una sociedad y, por lo tanto, no puedes separar el amor a tu prójimo de tu amor a Dios. «Si uno dice «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4:20). — Las siete palabras de Jesús y María, cap.III