Señor, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que lo visites? ¿Qué ha merecido el hombre para que le dieses tu gracia? Señor ¿de qué me puedo quejar si me desamparas? ¿O cómo justamente podré contender contigo si no hicieres lo que pido?

Por cierto esto puedo yo pensar y decir con verdad: Nada soy, Señor, nada puedo, ninguna cosa tengo buena en mí; mas en todo desfallezco y voy siempre a la nada. Y si no soy ayudado de ti, e informado interiormente, todo me hago tibio y disipado. —Imitación de Cristo. Pag, 55