Pienso mucho las cosas, y le pido al Señor que me ayude, y cómo noto que nunca me deja. En la oración a veces no puedo pensar en nada, noto como la cabeza cansada de discurrir y solo me agrada apoyarme en el Señor y sentirme allí; entonces noto cuánto le quiero y soy muy feliz. El resto del día, mi presencia de Dios es poner toda la cabeza en las cosas que tengo que hacer (porque si no, no sale nada bien, necesito fijarme mucho, no soy nada rápida ni lista para pensar). — Letras a un santo, Los Rosales (Madrid), 30 de junio de 1947.