Lo que no estaba en mi plan, estaba en el plan de Dios. Y mientras más a menudo se me presentan, tales acontecimientos, más viva se hace en mí la convicción de fe de que no existe el «azar» —visto de la parte de Dios—, que toda mi vida, hasta en sus menores detalles, está prevista en el plan de la providencia divina, y que ella es, ante los ojos de Dios que lo ve todo, un nexo pleno. Entonces comienzo a alegrarme de antemano, de la luz de gloria en la que me será descubierto este nexo significante. — El silencio de Dios en Edith Stein. Pag, 5