En todo, padre mío, me parece mejor no verme sino ver a Dios. Las peticiones pequeñas prueban nuestra pequeñez y no nuestra humildad.¡Pidámosle a Dios su mismo corazón y no nos habremos extralimitado!

Más tarde he llegado hasta pedirle a Dios, su mismo poder omnipotente, para hacer prodigios o milagros, cuando lo ha necesitado la fe para los infieles y no he sido burlada.

Por esto cuando tengo que pedirle algo que no tiene más objeto que mi miserable personilla, me apeno de Dios. Pedirle a Dios poco y darle poco, es cosa que no me entra bien, sin embargo, le he dado bien poco, por desgracia. —Historias de las misericordias de Dios a un alma. Pag, 326