

¿Oh dulce Cordero, asado en el fuego de la divina caridad, en el árbol de la cruz! ¡Oh suave manjar lleno de gozo, alegría y consuelo! En Ti no falta detalle, porque te has hecho mesa, alimento y camarero del alma que te sirve de verdad. Pensemos atentamente que el Padre es para nosotros mesa y lecho en que el alma puede reposar, y que el Verbo de su Hijo unigénito se nos ha dado en comida con ardentísimo amor. ¿Quién nos traerá la comida? Camarero es el Espíritu Santo, que, por el desmedido amor que nos tiene, no está contento con que nos sirva otro, sino que Él mismo quiere ser nuestro servidor. Esta es la pascua que el alma quiere celebrar… — La Celda Interior. Pag, 14