¿Quién eres tú, dulce luz que me llenas e iluminas la oscuridad de mi corazón? Me conduces igual que una mano materna y si me dejas libre, así no sabría ni dar un paso. Tú eres el espacio que envuelve todo mi ser y lo encierra en sí, abandonado de ti cae en el abismo de la nada, donde tú lo elevas en el Ser. Tú, más cercano a mí que yo misma y más íntimo que mi intimidad, y aún inalcanzable e incomprensible, y que todo nombre hacer renacer: Espíritu Santo, ¡Amor Eterno! — El espíritu de la verdad en Teresa de Jesús y Edith Stein. Pag, 137