

No se sufre, no se sufre, Dios mío –ni querría yo lo sufrieseis Vos–que haya en vuestra sierva cosa que no contente a vuestros ojos.
Pues mirad, Señor, que los míos están ciegos y se contentan de muy poco. Dadme Vos luz y haced que con verdad desee que todos me aborrezcan, pues tantas veces os he dejado a Vos, amándome con tanta fidelidad. — Camino de perfección, cap. XV, punto 5