

Es cosa que te va la vida el tener oración; por eso, en nada hallarás tanta repugnancia y dificultad: el mundo, el demonio y tu propia carne te moverán cruda guerra, así que te vean que te das a la oración.
Todas las prácticas de piedad te dejarán sin inquietarte en su ejercicio, menos la oración. Es lo que más teme el demonio.
Porque un alma que persevera en la oración está salvada, lo que no puede decirse de otros ejercicios de piedad (…). Dadme cada día un cuarto de hora de oración mental y meditación y yo os daré el Cielo. — Obras completas, Diálogo 1°