

La oración es una efusión de cariño hacia Dios, un devoto y familiar diálogo con Él, un descanso de la mente iluminada desde el alto que trata de gozar de Él cuanto más es posible.
También es el solicitar los bienes temporales necesarios a la vida presente, pero los que los piden al Señor con verdadero espíritu cristiano, siempre subordinan la propia a Su voluntad, aun cuando si el rezar los empuja únicamente la necesidad: solo el Padre celestial sabe qué realmente nos es necesario en el orden temporal.
La oración es la acción de gracias, es decir, reconocer los beneficios recibidos y ofrecer, en cambio, a Dios todas nuestras obras, de manera que nuestra oración sea continua.