Nuestro Dios es mucho más ancho que los horizontes de las pampas. Aunque juntemos los adjetivos más brillantes del lenguaje común, aunque saquemos todas las palabras del diccionario y las coloquemos una detrás de otra, o con todo ello, armemos un monumento más profundo que los abismos, más ancho que los espacios y más alto que los cielos, es inútil, las palabras no valen nada. Él es mucho más, es otra cosa, está en otra órbita. Es otra cosa y más inefable que las melodías que nos llegan desde otros mundos. No es sonido sino Ser. En la noche profunda de la fe, cuando el alma, como tierra ciega y sedienta se extiende dócilmente a la acción divina y acoge el Misterio Infinito como lluvia mansa que cae e inunda y fecunda…, solo así, entregados, receptivos, comenzaremos a «entender» al Ininteligible. — Muéstrame tu Rostro. Pag, 94