

Humíllate profundamente delante de Dios y dile de corazón con el salmista: ¡Oh Señor!, soy una verdadera nada delante de ti. Y, ¿ cómo te has acordado de mí para crearme? ¡Ah!, alma mía, tú estabas sumida en el abismo de esta antigua nada, y todavía estarías allí, si Dios no te hubiese sacado de ella; y ¿qué harías en esta nada? Da las gracias a Dios. ¡Oh mi grande y buen Creador, cuánto te debo, pues me has sacado de la nada, para hacer de mí lo que soy por tu misericordia! ¿Qué podré hacer jamás para bendecir tu santo Nombre y agradecer tus inmensas bondades? — Introducción a la vida devota. Pag, 6