

Bienaventurado el que tiene siempre la hora de su muerte ante sus ojos, y se apareja cada día a morir. Si viste morir algún hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar. Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche. Y cuando sea de noche, no te oses prometer de ver la mañana, porque muchos mueren súbitamente. Por eso vive siempre aparejado y con tanta vigilancia, que nunca la muerte te halle desapercibido, porque vendrá el Hijo de la Virgen en la hora que no se piensa. Cuando viniere aquella hora postrera, de otra manera comenzarás a sentir de toda tu vida pasada; y mucho te dolerás porque fuiste tan negligente y perezoso. ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal manera, cual desea ser hallado en la muerte! — De la imitación de Cristo. Pag, 39