Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas. Dar la vida por los demás. Solo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con Él.—Vía Crucis. Punto, 14