

¿Qué será entonces cuando recibamos la comunión en la morada celestial del rey de los cielos…? Allí ya no veremos que se nos acaba la alegría, ni existirá ya la tristeza de la partida, y para llevarnos un recuerdo no tendremos que rascar furtivamente las paredes santificadas por la presencia divina, pues su casa será la nuestra por toda la eternidad…. Dios no quiere darnos su casa de la tierra; se conforma con enseñárnosla para hacernos amar la pobreza y la vida escondida. La que nos reserva es su propio palacio de la gloria, donde ya no le veremos escondido bajo las apariencia de un niño o de una blanca hostia, ¡¡¡sino tal cual es en el esplendor de su gloria infinita…!!! — Historia de un Alma. Pag, 98