No te sientes a la mesa sin haber orado antes y haber pedido la ayuda divina, para que el alimento que con desgana vamos a tomar para alivio de nuestro cuerpo no haga daño a tu espíritu. Después, siéntate a la mesa procurándote algún pensamiento devoto, dándote cuenta de que está presente el Maestro divino con sus apóstoles santos en la última cena que tuvo con los suyos, al instituir el sacramento del altar. En resumen: esforcémonos para que la cena corporal nos sirva de preparación para la absolutamente divina de la santísima Eucaristía. — 365 días con el Padre Pío. Pag, 17.