La respuesta cae de su propio peso: era la Madre de Jesús. Así también se expresa siempre el Evangelio. Mas, en realidad, María era más que la madre de Jesús. Era también la madre de Juan. Y era también —¿por qué no?— la madre de todos los discípulos. ¿No era ese el encargo que ella recibió de los labios del Redentor moribundo? Entonces era simplemente La Madre a secas, sin especificación adicional. Tenemos la impresión de que, desde el primer momento, María fue identificada y diferenciada con esa función y posiblemente por ese precioso nombre – El silencio de María.