

María, Estrella de la nueva evangelización, nos invita a cantar con Ella su Magnificat y nos sostiene en la certeza de que la última palabra de la vida y de la historia no podrá ser la del mal que triunfa, sino la del amor que salva. A Ella le encomendamos nuestro ministerio de obispos y sacerdotes al servicio de la nueva evangelización. Con Ella proclamamos las maravillas del Altísimo, que ha guiado los pasos de la Iglesia en el tiempo y de nuestra vida, y nos conduce con alegría al puerto de su casa, la Jerusalén celestial, cuando Dios lo será todo en todos y el mundo entero será la patria de Dios. — El Gozo de la Esperanza. Pag, 37