

María está siempre atenta para traer al mundo la alegría, la paz y la reconciliación. Ella nos conduce hacia Dios, y con sus ruegos amorosos intercede por nosotros. Elevemos hacia ella nuestros corazones para que nos ayude a reconciliarnos, cada vez que nos alejemos del amor de Dios. Dirijamos a ella nuestros ojos para implorarle por la paz; a ella, que solo tiene cabida en su corazón para la paz y el perdón. — Pensamientos. Pag, 7