Si Jesús se hubiese limitado a promulgar el mandamiento nuevo, diciendo: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros»(Jn 13,34a), esto hubiese quedado, como era antes, ley vieja, «letra». Cuando Él, en Pentecostés infunde, mediante el Espíritu, ese amor en el corazón de los discípulos, entonces es cuando se hace realmente ley nueva, ley del Espíritu que da vida.

Ese mandamiento es «nuevo» por el Espíritu, no por la letra. Por la letra era ya antiguo, puesto que se encuentra en el Antiguo Testamento (cf Lev 19,18). Sin la gracia interior del Espíritu, incluso el Evangelio, y por tanto el mandamiento nuevo, hubiese quedado como ley vieja, letra— Las primicias del Espíritu, pág. 24