

¿Y cuando no se tiene la menor gana de sonreír? Entonces hay que hacerlo doblemente: porque lo necesitan los demás y lo necesita la pobre criatura que nosotros somos. Porque no hay nada más autocurativo que la sonrisa. «La felicidad -ha escrito alguien- es lo único que se puede dar sin tenerlo».
La frase parece disparatada, pero es cierta: cuando uno lucha por dar a los demás la felicidad, esta empieza a crecernos dentro, vuelve a nosotros de rebote, es una de esas extrañas realidades a las que solo podemos acercarnos cuando las damos. Y éste puede ser uno de los significados de la frase de Jesús:
«Quien pierde su vida, la gana», que traducido a nuestro tema podría expresarse así: «Quien renuncia a chupetear su propia felicidad y se dedica a fabricar la de los demás, terminará encontrando la propia». Por eso sonriendo cuando no se tienen ganas, termina uno siempre con muchísimas ganas de sonreír. —24 pequeñas maneras de amar. Pag, 8