Detrás de una Iglesia brava no se encaminará nunca nadie, nos darán un aplauso y basta, pero detrás de una iglesia bonita que dentro de sí, dentro de sus gestos, miradas, palabras haga salir a otro, al hijo, y todavía más, al Padre, porque estamos movidos por ese Espíritu Santo que es la vida como comunión, podéis ver qué bonito. El hombre llega a ser lugar, lugar de la vida como comunión y como misericordia, el hombre como lugar de la Iglesia, el hombre como lugar de la eclesialidad. Qué bonito cuando oyes a alguien que ha tenido algo que ver con cualquier Curia y dice: ¿sabes? he encontrado personas libres, libres de sí mismas, viven como una ofrenda, disponibles, generosas, abiertas, ¡qué bonito! Y hay tantas… Y esto es lo que hay que hacer salir, suscitar y todo cambiará. — La misericordia en la vida cotidiana. Pag, 6