He de querer ser el que soy: querer ser yo realmente, y solo yo. Debo ponerme en mi yo, tal como es, asumiendo la tarea que con eso me está propuesta en el mundo. La forma básica de todo lo que se llama «oficio», «vocación»; pues desde ahí me acerco a las cosas, y hacia ahí asumo las cosas. Expresémoslo negativamente: No puede eludir lo que me presentan; por ejemplo, en la fantasía, soñando que me meto en otro: soñando que soy ése o el otro… que hago esto y lo otro… que puedo hacer esto y lo otro… que desempeño tal o cual papel… Hasta un cierto punto, todo eso es inocente: se reposa así del ser propio. Pero desde aquí viene el peligro de evadirse de sí mismo. Tampoco puedo evadirme de lo malo que hay en mí: malas disposiciones, costumbres consolidadas, culpa acumulada. Debo aceptarlo y hacer frente a ello: así soy… esto lo he hecho… No con rebeldía; eso no es aceptación: es endurecimiento. Sino en verdad, porque sólo ella lleva más allá del mal: soy así; pero quiero llegar a ser de otro modo – La aceptación de sí mismo.